El relativo éxito del proceso de reintegración colombiano ha llamado la atención de la comunidad internacional. Estigmatización y reincidencia de los excombatientes son los principales problemas.
“Sigan trabajando por la construcción de la paz en Colombia”, esta fue la respuesta que dio el Papa a una exguerrillera que fue hasta el Vaticano a pedirle perdón por el daño causado a las víctimas y a Colombia en el conflicto armado.
Ella hace parte de la delegación de dos exguerrilleras y una víctima que a finales de septiembre visitaron al Sumo Pontífice. Hoy en día, esta antigua combatiente representa el relativo éxito que ha tenido la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR). Ella, que fue reclutada siendo menor de edad y dejó las armas en 2006, hoy tiene una familia y un negocio de fotografía y diseño gráfico.
Según un estudio de Ideas para la Paz presentado en junio, por lo menos el 76% de las personas que inician el proceso de reintegración permanecen en la legalidad. Desde hace 11 años se inició en Colombia el proceso de desmovilización y reintegración a la sociedad de miembros de grupos armados ilegales, un proceso que dura en promedio unos siete años y tiene un costo directo de aproximadamente 5 millones de pesos por persona al año.
“Si a estas personas en lugar de meterlas en la reintegración las hubieran mandado a la cárcel, el costo per cápita de un preso está entre 12 y 14 millones de pesos por año y la tasa de reincidencia, según un estudio del Congreso, es del 70%. Es decir, por casi la tercera parte del costo de tener un preso en Colombia, estamos logrando unos resultados que son casi tres veces mejores”, dijo el director general de la ACR, Alejandro Eder Garcés, en entrevista con El Colombiano.
Actualmente se encuentran 31.553 personas en proceso de reintegración (PPR), de las cuales el 68% (21.456) se concentran en 15 departamentos. Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Ejército de Liberación Nacional (ELN), Ejército Popular de Liberación (EPL), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Ejército Revolucionario Guevarista (ERG), y hasta combatientes sin grupo armado identificado hacen parte de la reintegración.
Según la ACR, diariamente en el país se desmovilizan entre 4 y 5 miembros de grupos al margen de la ley. Hoy en día cerca de 16.000 están trabajando, a pesar de la estigmatización de las personas que quieren retomar una vida civil, la no terminación del conflicto armado incrementa la apatía.
Municipios de los 15 departamentos donde se concentra el proceso de reintegración que porcentualmente tienen un mayor número de excombatientes vinculados (ver mapa).
Necoclí, en el Urabá antioqueño, considerada una de las cunas del paramilitarismo, es el municipio con mayor porcentaje de reintegrados en proceso. “Esto ha sido un proceso y nadie dice que es fácil, fue aprender a vivir, a comportarnos, a ser; pero hoy cuando miro atrás me doy cuenta de que esta fue la mejor decisión. Hoy le estoy construyendo un país a mis hijos”, manifestó Ana Naranjo, una de las mujeres que culminó su ruta de reintegración en 2013.
Actualmente, en el mundo se adelantan cerca de 24 procesos de reintegración con los cuales Colombia tiene contacto con el fin de aprovechar la experiencia. “Estamos desarrollando una fase de cooperación en la cual va a haber una asistencia técnica entre ambos países y conjuntamente se van a establecer nuevas rutas y metodologías en reintegración y luego se va a desarrollar un piloto que implemente estos aprendizajes y la idea es que se puedan hacer réplicas y compartirse con otros países del mundo”, dijo el director del Programa Nacional de Desarme, Desmovilización y Reintegración (Pnddr) República Democrática del Congo, Ditend Yav Grevisse, a la revista Dinero.
El relativo éxito del proceso de reintegración colombiano ha llamado la atención de la comunidad internacional y se ha convertido en un referente mundial. Ejemplo de ello es el proyecto cooperación que desde hace dos años se desarrolla con la República Democrática del Congo.
Por Carolina Saldarriaga y Santiago Castro.
Para De La Urbe