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lunes, 29 de agosto de 2011

CAFÉ CON AROMA DE MUJER


En nuestro país hay un alto índice de informalidad laboral,  en el centro de Medellín es común ver una gran cantidad de vendedores ambulantes, los cuales no tienen más posibilidades de empleo, es el caso de los vendedores de nuestro producto nacional y emblema en el exterior, llamado comúnmente “tinto”.

Gloria Inés  Jiménez, una mujer de contextura delgada,  piel morena y ojos oscuros, lleva 23 años trabajando en la Plazuela San Ignacio en el centro de Medellín.

Explica que su jornada laboral inicia a las ocho de la mañana, y va hasta las siete de la noche. En un día vende alrededor de 10 a 12 termos que equivalen a 11 tintos por termo,  comenta que es algo relativo ya que en las quincenas tiene más clientela; además de la los tintos vende maíz para las palomas. 

Cuenta además que los espacios entre vendedores no se respeta, y que su carro lo guarda en un parqueadero que se ubica frente a la plazuela y tiene un costo de $2000 pesos por día “Yo vivo sola, los tintos me dan para lo básico como el arriendo, la comida y los servicios”. Incluso comenta de las quejas de las personas que ganan un mínimo  y no les alcanza, “si yo que vivo de tintos y no me da para pagar mi salud, ni mi pensión, y me alcanza para vivir, por qué a ellos no”. Manifiesta que piensa seguir en este oficio, hasta que espacio público se lo permita,  “ya uno con la edad que tiene y sin  títulos no puede aspirar a algo mejor” finaliza Gloria de manera cordial. 

Por otra parte Nancy Caicedo, una valluna de 42 años, de cabello castaño claro, ojos muy bien maquillados y aspecto pulcro, licenciada en preescolar de la Universidad del Quindío; lleva tres meses vendiendo tintos en su "carrito" por el centro de la ciudad. 

Su día inicia a las cuatro y media de la mañana hora en la cual se levanta para organiza su ropa, maquillar su rostro y peinar su cabello; inicia su ruta a las cinco y media de la mañana, la cual comprende los sectores del hueco, parque de Las Luces y la estación Cisneros del Metro.

Llena los termos en una surtidora de tintos y afirma que la llenada de un termo le cuesta $1300 pesos y le rinde para 10 o 12 tintos aproximadamente, los cuales vende a $300 pesos. “Más o menos vendo de 60 a 70 tintos diarios”. Lo que equivale a unos $19800 pesos por día, descontando el valor de los termos de tinto la ganancias es de unos $12000 pesos. En una jornada de 13 horas de trabajo. Lo producido con los tintos le permite pagar la pieza en dónde vive la cual tiene un costo de $160000 pesos junto con el alimento. 

Además de los tintos, vende agua, limonada, dulces, mecato, aromática y  por el momento cigarrillos menudeados, hasta que la ley que lo prohíbe empiece a operar; cuenta que posteriormente tenía un empleo oficial, “antes trabajaba en una almacén vendiendo muebles en la oriental, pero las ventas se pusieron muy pesadas y tuvieron que prescindir de mi, entonces una amiga me ayudo y estoy vendiendo tintos” afirma con cierta nostalgia. 

Nancy explica como la prohibición de la venta del cigarrillo al menudeo la afecta,  “cuando salió la ley de la prohibición de la venta de cigarrillo menudeado yo  no vendía sino dos termos, y yo tengo que comer entonces yo empecé a vender menudeado, porque la gente me dice un tinto y un cigarrillo y si no les doy el cigarrillo entonces no me compran el tinto”. Señala también lo injusto que sería para ella la ejecución de esta ley, “yo estoy trabajando pero hay otra gente que está robando, matando o traqueteando, pero desafortunadamente la ley no existe para ellos y para los que estamos trabajando nos van a quitar la opción de vender los cigarrillos al menudeo y si lo hacemos nos decomisan el carro y la mercancía”.

Explica que espacio público no les permite estar sentados y siempre deben estar en constante movimiento, “espacio público no lo puede ver a uno sentado, la semana pasada estuve muy  enferma me dio una faringitis, yo tenía mucha fiebre casi no podía caminar, me toco trabajar así dos días y no me dejaron sentar”. “No pienso establecerme con espacio público ya que uno debe tener un carnet de vendedor y llevar más de tres años trabajando en la calle y yo no lo tengo, además si a uno le dan puestos es en unos sectores muy alejados donde no se vende nada, ya que los puestos principales se los dan a los que tienen palanca allá”.

Reconoce que es muy difícil el cambio de laborar, ya que es muy distinto estar enseñando en un colegio a desempeñarse en las calles, “es  muy duro estudiar y no poder ejercer, por que las oportunidades se dan para muy pocos, yo llego a mi pieza y veo mi diploma de licenciada de la Universidad del Quindío ahí enmarcado y es muy duro”,  pero al mismo tiempo Nancy es consciente de que tiene que vivir de algo, “pienso seguir con este trabajo hasta que me salga uno mejor, hablé con un político quien me dijo que si le conseguía diez votos y ganaba de pronto me ayudaba”. “Yo tengo más de diez años de experiencia como profesora, he dejado hojas de vida en toda parte y en ninguna parte me llaman porque desafortunadamente no tengo un padrino político o una palanca”. Finaliza Nancy con lagrimas en sus ojos. 

Por : Santiago Castro y Estefania Pereira

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