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viernes, 15 de marzo de 2013

CHÁVEZ DEJÓ SIN CARROZA FÚNEBRE A LA MADRE LAURA


Una carroza fúnebre completa dos días aparcada en el aeropuerto José María Córdova de Rionegro. La gente la mira con extrañeza. Suponen que está a laespera de algún muerto prominente y se ríen, incrédulos, de la respuesta que obtienen cuando preguntan sobre su destino. 

Un motor V8 de 4.6 litros original de la Ford empuja al Lincoln modelo 98 que transportará los restos del comandante hasta su última morada, en el Museo de la Revolución. El Lincoln, único en su especie, fue comprado a un cuerpo consular y permaneció durante dos años y medio en un taller de Pereira, donde fue rediseñado como carro mortuorio para la Funeraria San Vicente bajo la dirección de Luis Fernando Arango, a quienes algunos llaman el Henry Ford antioqueño, por su habilidad para modificar carrozas fúnebres. 

Después de ser durante once años una limusina clásica pero común, el Lincoln se convirtió en uno de los carros funerarios más apetecidos. Su azul perlado evoca elegancia, su parte trasera imita a un Ford 55, sus 6.80 metros de longitud lo hacen imponente y sus vitrinas laterales permiten apreciar el féretro en su totalidad. Esto es precisamente lo que lo hace digno de llevar el cuerpo de uno de los estadistas latinoamericanos más importantes del siglo XXI. 

Bernardo Monsalve, con 40 años en el gremio funerario fue el conductor del Lincoln durante los dos años que operó como carroza fúnebre. “Para mí es un orgullo haber tenido la oportunidad de manejar el carro que transportará el cuerpo de una figura tan importante. Ayer que lo despaché sentí mucha nostalgia”.

 “Estamos seguros en un 99 por ciento de que el vehículo no va volver a Colombia”, afirma Alonso Correa, gerente de mercadeo de la Funeraria San Vicente. Por eso, el futuro deBernardo es desconocido, al igual que el modelo que transportará por la ciudad los restos de la Madre Laura Montoya, después de ser canonizada en Ciudad del Vaticano; pues el Lincoln estaba designado para esta misión. 

De cancillería a cancillería

 La semana pasada, mientras el mundo asimilaba la muerte de Chávez, la funeraria Vallés de Caracas empezó a buscar un vehículo a la altura de un jefe de estado, que finalmente encontró en Medellín. “De cancillería a cancillería”, así es como Correa describe la transacción por la que la funeraria aún no ha fijado precio. En su experiencia en el sector funerario nunca había conocido un caso en el que una carroza fúnebre fuera llevada de un país a otro -con tal agilidad en los trámites legales- en un avión militar construido para transportar tanques de guerra. 

Un Hércules de la Fuerza Aérea Venezolana aterriza en el aeropuerto. Bernardo entrega, con nostalgia y orgullo, el vehículo que acaba de conducir por última vez. El avión despega el jueves (14 de marzo) a las 5 de la tarde con el Lincoln abordo. Algunos de los observadores, antes incrédulos, juegan el chance con los tres números de la placa KBK 134 de ese templo rodante en el que el comandante hará su última marcha y que desde ahora, como lo asegura el antropólogo de la muerte Gregorio Henríquez, adquiere un carácter sacro, casi de culto, en el patrimonio emocional de los venezolanos.

Por: Santiago Castro, Carolina Saldarriaga y Jaime Flórez 
Para De La Urbe

sábado, 9 de marzo de 2013

CHÁVEZ, EL CAUDILLO EMBALSAMADO

Muertos y embalsamados. Los míticos Lenin, Stalin, Ho Chi Minh, Mao y Perón son algunos de los once dirigentes políticos modernos perpetuados en el tiempo, como los faraones del antiguo Egipto. Sus cuerpos inertes pero conservados simbolizan la perduración de sus ideas, el interés de muchos por preservar su legado. Ahora Chávez, la figura más relevante de la política latinoamericana en el siglo XXI se une a esta lista de poderosos inmortalizados.

 Cuenta la leyenda que Rodrigo Díaz de Vivar, “El Cid”, luchó y ganó su última batalla después muerto. Durante sus instantes finales y mientras una flecha enemiga atravesada en su cuerpo le arrebataba lentamente la vida, tuvo la claridad para impartir sus últimas órdenes: que lo embalsamaran, lo montaran en un caballo y lo mandaran al campo de batalla. Al otro día, el ejército árabe huyó asustado al ver a “El Cid”, a quien creían muerto, cabalgando hacia ellos, al comando de las tropas castellanas, revitalizadas por la presencia de su héroe. 

Ahora, casi mil años después, Nicolás Maduro, presidente encargado de Venezuela anuncia ante la televisión estatal: “El cuerpo de Chávez será embalsamado para que pueda ser visto eternamente en el Museo de la Revolución, que pueda estar en una urna de cristal y nuestro pueblo pueda tenerlo por siempre”. En el trasfondo político de esta decisión, Chávez como “El Cid”, libra su última batalla, esta vez electoral, después de muerto, y se juega la continuidad de la revolución bolivariana. 

La presencia de Chávez, así sea solo física, le permite al chavismo mantener una figura toténica, de poder, en palabras del antropólogo de la muerte Gregorio Henríquez. Maduro hace con la imagen del comandante lo mismo que este último hizo con Bolívar, cuyos restos exhumó en el 2010 y de paso ordenó la reconstrucción facial de El Libertador, la convirtió en un objeto de culto con fines políticos, como ahora lo será su cadáver embalsamado. 

Así lo revalida John Fredy Bedoya, docente del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia: “están siendo incoherentes con lo que decía Chávez hace un tiempo sobre el embalsamamiento humano, lo que quieren es mitificarlo más de lo que está, usarlo como la bandera -a pesar de que ya esté muerto- para lograr mayor capacidad electoral, pues no se sienten muy seguros porque la figura de Chávez les puede quitar fuerza y puede causar divisiones internas”. 

El resultado de esta inesperada maniobra simbólica y política se probará en las próximas elecciones presidenciales, que según el artículo 233 de la Constitución venezolana deben realizarse dentro de los próximos treinta días. Solo allí se sabrá qué tan vivo sigue Chávez. 

¿Cómo se embalsama un cuerpo? 

Óscar Isaza , técnico profesional en Tanatopraxia del Departamento de Morfología de la Universidad de Antioquia explica que un cuerpo se puede preservar de manera natural, si se dan condiciones de temperatura (calor o frío) extremas; o de manera artificial, que es lo que denominan embalsamamiento. Sin embargo, según Isaza, es erróneo utilizar la palabra “embalsamar” para estos casos, pues el término hace referencia a “ungir con bálsamos”, tal como lo hacían en el antiguo Egipto. Los procedimientos modernos son totalmente distintos. 

La Tanatopraxia, que comprende la Tatanoestética y la Tanatopedia, es el procedimiento que se realiza sobre un cadáver para higienizarlo, restaurarlo, conservarlo de la putrefacción y hacer que parezca con vida. El primer paso para ‘embalsamar’ un cadáver es lavar el cuerpo con germicida, sustancia que destruye gérmenes dañinos, luego se limpian los orificios bucales y nasales que se suturan para impedir la entrada de agentes contaminantes. 

El paso siguiente se conoce como vaciado y consiste en extraer líquidos, gases, materia fecal, sangre y demás sustancias contaminantes propias del cuerpo humano y, a través de una incisión en la arteria femoral se introducen las soluciones de embalsamamiento; esto es, el formol o formalina que es el fijador y deshidratador más usado según Isaza. Sin embargo, se usan otros químicos y colorantes que hacen que el cuerpo parezca con vida. 

Cuando algún órgano presenta daños, como cáncer en el caso de Chávez, el formol y las otras sustancias deben inyectarse directamente en el órgano afectado. Finalmente, la Tanatoestética se ocupa de que estéticamente el cuerpo se vea agradable. 

Isaza también sostiene que si bien los químicos y sustancias empleados tienen como función evitar la putrefacción, para que un cuerpo ‘embalsamado’ se conserve debe permanecer en condiciones adecuadas, por ejemplo, un lugar frío y sin humead, como la urna de cristal dispuesta en el Museo de la Revolución.

Por: Santiago Castro, Carolina Saldarriaga y Jaime Flórez