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sábado, 15 de septiembre de 2012

"NO DESCANSARÉ HASTA ENCONTRAR A HUMBERTO"

Ana Zapata, mano derecha de Teresita Gaviria, presidenta de Madres de la Candelaria, hace 9 años sufrió la desaparición de su hermano, pero áun no pierde la fe en encontrarlo. 

"Los queremos vivos, libres y en paz", se escucha decir a través de un megáfono, sagradamente, todos los viernes al mediodía, en el atrio de la tradicional iglesia de La Candelaria, en el centro Medellín. Manejado por una mujer de chaleco amarillo y camisa blanca que, a pesar de las adversidades, no pierde la esperanza de encontrar a su hermano o al menos, lo que quede de él.

Ana Zapata es la encargada de dirigir las arengas y de orientar a los familiares que llegan a Madres de la Candelaria. Ella, que siempre luce impecable, con sus ojos perfectamente maquillados y su cabello bien arreglado, llegó a la Asociación después de la pérdida de su hermano Humberto, en 2003.

“El iba manejando un taxi de Coopebombas, en el que llevaba a una señora que iba a reclamar una plata en San Roque. Fue el martes 13 de enero de 2003. Al ver que ellos no llegaban, el viernes cogí para allá a buscarlos".

Ana aún recuerda ese día en el que se llenó de valor y, junto a un hermano, se fue para Cristales, corregimiento de San Roque, para entonces, centro de operaciones del Bloque Metro, al mando de alias Doble Cero.

De San Roque partieron en un "chivero" a Cristales, dónde fueron interrogados por unos hombres sobre el porqué de su visita. Sabía que estaba tratando con paramilitares, pero a pesar de eso no sintió mayor temor en preguntarles sobre el paradero de su hermano y de su primo, que también viajaba en el taxi.

Después de un largo rato de espera, mientras los hombres se reunieron a mirar las fotos que Ana llevó en su búsqueda y a hacer llamadas por walkie-talkies, uno de ellos se acercó y le dijo, "usted no puede subir por allá, sí sube ya sabe lo que le pasa". Ana, con voz temblorosa, al presentir la fuerte presencia de los paramilitares, no se opuso a la sentencia.

"Cuando nos devolvíamos para Medellín, miraba las montañas y sólo pensaba ¿en dónde lo tendrán? ¿Estará amarado, con hambre? En el carro nos venían siguiendo. Ese día nos iban a desaparecer a nosotros también. Por allá nadie iba a buscar a nadie".

Aproximadamente al mes, Ana se incorporó a las Madres de la Candelaria y, desde entonces, su labor por buscar la verdad no se ha desvanecido. Tantas han sido sus ganas, que inclusive en 2010 fue hasta Bogotá para hablar con el director de Acción Social, Diego Molano Aponte, hoy director del ICBF. 

Cuando habló con él, le reprochó la mala atención que reciben las víctimas por parte de los funcionarios y la promesa de reparar colectivamente a todas las Madres de la Candelaria.

Para Ana, antes que su caso están los más de 700 reportes que ha ayudado a diligenciar a las otras Madres sobre sus respectivos casos. Poco tiempo le queda para descansar en su casa, ubicada en Castilla, pues de ocho de la mañana a cinco de la tarde se la pasa en la oficina orientando a las personas que llegan a contarle su caso.

A pesar de eso, cuando está fuera del trabajo trata de tener la mente alejada de las historias que escucha y del drama que vive por la incertidumbre de no saber dónde está su hermano, se consagra a Dios, y reza para que algún día le pueda dar cristiana sepultura.

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Ana en su lucha por los derechos de las víctimas ha sido testigo de las constantes amenazas a Teresita Gaviria, directora de la organización. En una ocasión, a causa de una confusión, casi es secuestrada.



Por Santiago Castro Villada.

domingo, 2 de septiembre de 2012

EL CASO DE IRMA GRAJALES

A causa de una lesión que le dejó un accidente automovilístico, Irma Lucia Grajales, sufre un trastorno maniaco depresivo que le produce periodos de alta euforia y otros de adormecimiento. En ambos estados Irma sufre de alucinaciones que la hacen muy violenta, tanto que puede llegar a matar.

Gilma Posada, madre de Irma, al no poder controlar la enfermedad de su hija mediante medicamentos por un error de la empresa de salud en la que se encuentra afiliada, se vio obligada a dejar a Irma y a su esposo solos. Gilma nunca olvidará lo que ocurrió ese día.



Por Santiago Castro, Cristina Montoya, Estefania Pereira.